-
Lo admito Dylan, sin duda alguna me has
sorprendido, no has tardado prácticamente nada en escribir esta historia.
-
Venga, lo
que sucedes es que no era tan extensa como la anterior, pero bueno, ¿Qué
esperas?, comienza a leer, no tengo todo el día.
-
Vamos, ya, tranquilo, lo haré, y te puedo asegurar que me gustará… La
ninfa de la lluvia ¿he?; creo que ya sé por dónde va esto, pero será mejor que
la lea antes de sacar mis conclusiones.
-
Lo juro, ella, ella se llevó Cristopher, fue ella,
era Melany, ¡LO JURO!
-
Dylan, explícame que fue lo que sucedió
exactamente.
-
Lo mismo me gustaría saber, lo que exactamente
sucedió.
-
Déjate de juegos, ¿Qué le dijiste a Meyer cuando
hablaste con él?
-
Le advertí del ciclón.
-
¿solo eso? ¿Qué te dijo él a ti?
-
Se podría decir que si, el no pudo decirme
mucho, la llamada se cortó. Pero lo que vi, estoy seguro de ello.
-
Tan solo fue una proyección de tu mente como
afecto secundario del suceso, perder a tu compañero fue un gran impacto para
ti.
-
¿Cómo puedes decir eso?, tú también la buscaste
durante mucho tiempo.
-
Pero cuando encontraron su bolso en la costa…
acéptalo Dylan, ella está muerta, y los muertos no regresan a la vida.
-
Pero… Carter, ¿Por qué no me crees?
-
A mi más a que a nadie me gustaría que Walker se
encontrara con vida, pero no es así, tienes que superarlo amigo, claro, si es
que puedo llamar así aun traidor.
¿Qué es lo que sucede?
¿Me estoy asfixiando…? No puedo, no puedo
respirar…
Me… me hundo… no puedo respirar, pero… ¿Por
qué… por qué no me importa? ¿Por qué siento esta tranquilidad…? Como si… como
si nada importara, como si nada importara ya.
¿Qué fue… lo que sucedió…?
Ya recuerdo….
Me contó mi
compañero, que antes de que yo llegara a este lugar, su compañera de trabajo
era una chica muy hermosa, de nombre Melany Wlaker, y según me contó era la más
hermosa de la unidad, tanto, que incluso el y su mejor amigo terminaron
locamente enamorados de ella, y dicho amor estuvo a punto de quebrar su
amistad, pero, en cuento a Melany, Dylan me contó que le gustaba mucho el mar,
y que no dejaba escapar ni la más mínima oportunidad de ir a la costa, pero… el
último día que la vieron con vida hubo una gran tormenta, y lo único encontrado
en la costa fue su bolso, desde entonces nunca se tuvo más rastro de ella.
-
por favor Dylan, dime que lo encontraste.
-
No, lo lamento mucho Azura.
Se notaba la
tristeza en ambos, en ese momento me hubiera gustado decirles alguna palabra de
consuelo, pero nada pudo pronunciar mi boca.
-
Tan solo encontramos esto (dijo Dylan
mostrándole el preciado objeto)
-
¿su billetera? Pero… ¿Cómo? ¿Dónde la
encontraste?
-
Los oficiales la encontraron, las olas la
trajeron hasta la costa.
-
¿Eso significa que él está…?
-
Aun no podemos estar seguros de nada, pero eso
es lo que las pruebas indican.
-
Por favor Dylan, encuéntralo.
-
Sí, eso es lo que haré, cuando mis padres
murieron, tu casa fue como una segunda familia para mí, y tu padre fue como el
padre que yo nunca tuve, ten por seguro que lo encontraré.
Por algún
motivo este caso me parecía extrañamente relacionado con Melany, pero mientras
no tuviera alguna prueba de ello sería mejor que permaneciera calado.
-
Vamos Dylan (yo que hasta el momento había
permanecido en silencio, dije interrumpiendo e inmiscuyéndome en la charla) ya
tenemos que irnos, es muy tarde.
-
Adelántate Meyer, llevaré a Azura a su casa, no
puedo dejar que regrese sola a estas horas de la noche.
-
Está bien, nos vemos mañana.
Me dirigí a
mi vehículo, pero en lugar de arrancarlo esperé unos cuantos minutos a que mi
compañero se fuera.
Aprecié con
una sonrisa el cómo mi compañero consolaba tiernamente a la hija de Albert, en
poco tanto Azura como Dylan entraron en el vehículo de este último y poco a
poco se alejaron de aquel lugar.
El verano
había llegado con gran fuerza, sus oleadas de calor habían llevado consigo
muchas vidas en las zonas poco urbanizadas, pero en cambio, este otoño parecía
sumamente diferente, como si en tan solo unos días el mundo hubiera cambiado
por completo, como si en el verano el infierno hubiera subido a la tierra, pero
en otoño se hubiera vuelto un edén.
Por algún
motivo tras haberse marchado mi compañero al igual que todos los policías,
decidí bajar de mi vehículo y acercarme un poco a la costa; cerré puertas y
ventanas del auto, y comencé a caminar hacia aquel lugar, mi vehículo se
encontraba en una elevación de tierra a unos cuantos minutos de aquello que se
pudiera considerar como costa, así que por él no tenía que preocuparme; al
llegar a aquel me posicioné a una distancia pertinente de las olas, tras
sentarme en la arena cerré mis ojos y me dejé llevar por lo que resto de mis
sentidos podían percibir.
El rosar del
viento en las hojas de los árboles, el ir y venir de las olas, al arrullador
cantar de las aves, la suave brisa que golpeaba el rostro con tal sutiliza,
todo era simplemente hermoso, llevaba mucho tiempo que no podía relajarme de
esa forma, así que decidí quedarme un tiempo más en ese lugar.
Minutos más
tarde, el sonido de agua cayendo y golpeando con la arena me despertó, al
parecer me había quedado dormido por tan relajantes sonido, actuando lo más
lógicamente posible, vi la hora en mi reloj de muñeca.
-
Esto es extraño, hace poco le he cambiado la
pila, no entiendo porque se ha detenido, ¿acaso la lluvia lo ha dañado?
Sin más
opción, me levanté de la fresca arena y emprendí rumbo hacia mi auto, pero
justo a mitad del camino la lluvia arreció, en tan solo un par de pasos mi ropa
ya se encontraba completamente empapada, y la marea subía más y más a cada
segundo, hasta que llegó el punto en donde creí que no podría llegar a mi
vehículo, aquella elevación de tierra fuera de la costa parecía tan lejana…
Afortunadamente
encontré una cueva cercana en donde poder resguardarme, no parecía un lugar muy
cómodo y mucho menos cálido, pero al menos mientras la marea baja para poder
llegar a mi auto me serviría como vehículo.
Al entrar a
la cueva lo primero que hice fue revisar los objetos que cargada conmigo,
billetera, móvil, reloj y llaves era lo único que tenía en los bolsillos de mi
ropa, y afortunadamente, fuera de mi reloj el resto de objetos parecían estar
en buen estado.
Pasó el
tiempo que aparentaron ser horas, y la tempestad parecía no querer detenerse
nunca, tan solo podía escuchar dentro de aquel lugar los fuertes vientos y
truenos del exterior, pero al parecer en mi cueva parecía estar a salvo; aquel
oscuro lugar inundado en penumbras era iluminado solo por momentos a causa de
los fuertes relámpagos del exterior.
Cuando la
tormenta preció querer cesar quise salir de ese lugar, pero el sonar de mi
teléfono me detuvo.
-
Que extraño, ¿he recibido una llamada dentro de
una cueva?; será mejor que la tome.
-
Hola Cristopher, habla Dylan.
-
Hola Dylan, ¿qué sucede? (respondí algo dudoso
por la claridad de la llamada en el lugar que me encontraba)
-
Bueno, (me contestó mi compañero) no te encontré
en la oficina así que supuse que te habías marchado a tu casa, hablé con Azura,
resulta que antes de su desaparición su padre pasaba mucho tiempo n esa costa,
¿Qué te parece si mañana vamos a revisar juntos a primera hora?
-
Si, está bien.
-
Y por cierto (continuó diciendo mi compañero sin
percibir aun, que yo ya quería colgar esa llamada) lamento llamarte tan tarde,
incluso creí que estarías dormido… espera… ¿en dónde estás?
-
Bueno, si te lo digo no me lo creerías.
-
Estas en la costa, ¿no es así?
-
Si, (respondí muy extrañado) pero, ¿Cómo es que
lo sabes?
-
Cristopher, tienes que salir de ahí lo antes
posible. (pude notar la desesperación en su voz)
-
¿Por qué? ¿Qué es lo que pasa?
-
Esa tormenta, no sabes a causa de que es
¿verdad?
-
No, no tengo ni idea, pero seguramente en poco
calmará.
-
No Cristopher, no seas idiota, (pude escuchar
por el parlante la agitada respiración de mi compañero, al parecer estaba
corriendo) sal de ahí lo antes posible, llegaré en-
Tras aquello
último la llamada se cortó, y por el ruido del exterior podría decir que la
tormenta había arreciado con fuerza colosal; nervioso y temeroso por igual,
caminé a la entrada de la cueva, al dar 6 pasos mis pies ya se encontraban bajo
el agua, pero eso no era nada comparado con lo que se encontraba acechándose a
la costa; el ciclón más grande que había visto en mi vida, y a decir verdad el
primero que había visto en persona; entre nuevamente a la cueva, tomé mis cosas
y guardándolas con celo, comencé a caminar sobre la inundada costa, a causa del
agua mis pasos eran costosos… por algún extraño motivo, antes de salir de la
costa y llegar a aquella elevación de tierra, sentí la impetuosa necesidad de
mirar atrás, y al hacerlo, no podía creer lo que veía, era ella, Melany Walker,
la novia de Dylan.
Sin más
pensarlo, corrí hasta el lugar en donde ella se encontraba.
-
Melany, ¿Qué haces aquí? Tenemos que irnos.
Le grité,
pero ella pareció no escucharme.
Me acerqué
aún más a ella, y nuevamente le grité, pero de igual forma pareció no
escucharme.
Con un
enorme esfuerzo me acerqué a ella aún más, la tomé de la mano y intenté sacarla
de aquel lugar, en aquel momento aún no entendía nada, como si mi mente hubiera
quedado en shock por la gran conmoción de lo que estaba sucediendo.
Melany tenía
la mirada fija en el aquel huracán cargado con toneladas de agua del mar, como
si lo único que en el momento importara fuera el apreciar sin igual evento.
Con
intenciones de alejarla de aquel lugar, la tomé de su mano y tiré de ella, pero
Melany opuso resistencia, al suceder aquello último, nuevamente la miré al
rostro, pero en esta ocasión un relámpago nos iluminó.
-
Yo no soy Melany
Dijo aquella
cosa una voz que hacía estremecer el cuerpo, si, definitivamente no era ella,
pero bajo aquella poca luz me fue imposible notarlo hasta que ya fue demasiado
tarde., y en medio de toda lo sucedido no podía recordar que Melany había muerto
hace 2 años.
Ella no era
Melany, no lo era ya, pero por algún motivo estaba utilizado el putrefacto
cuerpo de la novia difunta de mi compañero.
Su
putrefacto cuerpo emanaba un pestilente olor, su desgarrada piel dejaba a la
vista sus carcomidos huesos y sus ropajes blancos estaban completamente
empapados de sangre.
Sin más
pensarlo, intenté comenzar a correr, pero aquella mujer no soltaba mi mano, sus
largas y afilados uñas eran grotescas, y los huesos salientes de su mano me
causaban repulsión, tan solo quería irme lo antes posible de aquel lugar, pero
ella no soltaba mi mano, de un momento a otro, un nuevo relámpago nos iluminó, y no podía creer lo
que se encontraba frente a mis ojos; aquel cuerpo viejo y putrefacto había
desaparecido, aquella mujer se había marchado, y quien ahora sujetaba mi mano
era una doncella sin igual belleza, con ojos color cielo y piel de ceda, aquella
mujer me dijo.
-
Vamos, ven, sígueme.
Se me ha
terminado el escaso oxigeno que tenía en mis pulmones, creo… creo que este es
mi fin.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario